El Día Internacional de la Mujer me invita a reflexionar sobre las contribuciones de mujeres al mundo en el que vivimos. Tenía un artículo sobre Marie Curie. A mí me encanta la historia y las contribuciones de Marie Curie. De hecho, lo compartiré después y en otro contexto. Pero cuando hoy me llegó la notificación para publicar, cambié de idea. Quizás porque nunca me han gustado los clichés. Soy de las que regala cuando no es el cumpleaños y de las que aguarda con calma el día en que sea oportuna una sorpresa.
Así que respiré y me pregunté con toda honestidad: ¿quiero hablar de esto hoy? O sea, ¿quiero seguir trabajando y vibrando en la intención de recalcar a quien me lea lo que tengo que ofrecer, o me doy el descanso y les cuento todo lo que pueda acerca de mis sentimientos encontrados con la desigualdad que aún persiste?
Pues ya saben qué decidí. Me voy a excluir de la tentación de repetir el cliché para aprovechar lo más que pueda esta oportunidad de expresarme con el alma.
Todas las mujeres, en cualquiera de nuestros momentos, en los momentos de valor o de miedo, en los tiempos de paz o de guerra, en la cotidianidad o en las proezas, hemos respondido en formas tan diversas y predecibles como en formas del todo impredecibles. Y lo más interesante es que todas esas respuestas han sido una contribución importante y valiosa, por la sencilla razón de que somos diferentes y atravesamos momentos distintos en nuestras vidas, llenas de experiencias diversas también. Y es en esas diferencias donde se hacen notables los múltiples y variados aportes que brindamos a la sociedad.
Desde la perspectiva única que la experiencia femenina aporta, al conectar desde múltiples facetas de la identidad y la vivencia, su contribución edifica y moldea el mundo en que vivimos. Cuando esa voz no es escuchada o los caminos se ven obstaculizados, es la sociedad en su conjunto la que pierde la oportunidad de encontrar soluciones creativas y diversas a los desafíos que enfrentamos. No porque las aportaciones de los hombres no sean valiosas o innovadoras, sino porque ambas visiones se complementan y enriquecen mutuamente.
Por eso, basta de tratarnos a nosotras mismas con injusticia y de privarnos del conocimiento que la perspectiva de una mujer aporta. Basta de dejar obstáculos en el camino y de asumir que una mujer, cualquiera que sea, deba responder desde una perspectiva impuesta.
Ni hombres ni mujeres deberían estar limitados por las expectativas impuestas por la sociedad, pero a menudo lo aceptamos por costumbre. Es injusto que el derecho a pronunciarse dependa de la capacidad de cada individuo para enfrentar barreras que no deberían existir, pues siempre habrá quienes se vean en desventaja ante ellas. Tampoco es justo que expresar una opinión implique una lucha. Es fundamental avanzar hacia un mundo donde no sea necesario desafiar constantemente las normas para alcanzar nuestros objetivos, sino que actuar, ser escuchado y ser reconocido sea algo natural, accesible para todos y en todo momento.
Porque todos los días nos enfrentamos al estigma, porque todos los días tenemos que esforzarnos más, porque aun teniendo las llaves en la mano, voltean a buscar un duplicado en otra parte. Porque todavía, aun sabiendo todo esto, nos distraemos y muchas veces creamos sin intención ese laberinto del que nos cuesta salir y dejar salir a otras.
Pero hoy, por ser nuestro día, nos damos la oportunidad de reconocernos, de celebrar el camino andado por todas, absolutamente todas, las que vinieron antes y las que vendrán después, pasando la antorcha para dar lo que solo nosotras podemos. No solo porque queremos, sino porque es nuestra contribución a la sociedad.
Que tengan un feliz día todas las mujeres y los hombres que reconocen su valor.